Imposición de la casulla a San Ildefonso Siglo XVII. Taller de Pedro Pablo Rubens (Museo del Prado).

Querida familia: 

Este domingo celebramos con toda nuestra diócesis la fiesta de San Ildefonso, «el esclavo de la Esclava», el «capellán de la Virgen María». Celebrar a San Ildefonso, llena el corazón de tierno amor a nuestra Dulce Madre. ¡Amar a María es amar a Jesús!

Pero, ¿quién es San Ildefonso?

Ildefonso, nació en Toledo el año 608, fue instruido primero por el Obispo Toledano Eugenio y después en la escuela de San Isidoro de Sevilla. Abrazó la vida monacal en le monasterio toledano Agaliense, del que fue abad por muchos años, hasta que el 26 de noviembre del año 657 fue consagrado Arzobispo de Toledo. 

Escribió admirablemente  sobre muchos temas; entre ellos destaca el libro «De la perpetua Virginidad de la Bienaventurada Virgen María». Según refiere, el Obispo Cixila, en premio de la defensa que hizo de la perpetua virginidad de María, mereció recibir de la Madre de Dios un don del cielo. 

La obra de arte que preside esta entrada, del taller de Pedro Pablo Rubens, recuerda dicho acontecimiento. Entregó su alma a Dios el 23 de enero del año 667.

El amor a la Virgen María se desborda en la pluma de nuestro santo patrón de un modo sublime, el siguiente texto es buena muestra de ello. Nos sirva de ayuda para nuestro tiempo de oración durante esta jornada festiva: 

«Por eso soy yo tu esclavo, porque mi Señor es tu Hijo. Por eso eres Tú mi Señora, porque eres esclava de mi Señor. Por eso soy yo esclavo de la esclava de mi Señor, porque Tú, Señora mía, fuiste hecha Madre de tu Señor. Por eso fui hecho tu esclavo, porque Tú fuiste hecha la Madre de mi Hacedor.

Te ruego, te ruego, santa Virgen, que yo posea a Jesús de aquel Espíritu del que Tú engendraste a Jesús; que mi alma reciba a Jesús por aquel Espíritu por el que tu carne concibió al mismo Jesús; que yo pueda conocer a Jesús en virtud de aquel Espíritu, por el que te fue dado a Ti conocer, tener y alumbrar a Jesús. Hable yo sobre Jesús cosas humildes y sublimes en aquel Espíritu, en el que Tú te confiesas esclava del Señor, deseando que se realice en Ti según la palabra del ángel. En aquel Espíritu ame yo a Jesús, en el que  Tú le adoras como Señor, le contemplas como Hijo. Tan realmente rinda yo vasallaje a este Jesús, como realmente se sometió Él mismo a sus padres, siendo Dios.

¿Y la esclavitud? 

La esclavitud de la que habla San Ildefonso es la que hemos de desear todos nosotros. La «esclavitud» que nos hace libres de verdad, libres interiormente hablando, espiritualmente, libres de corazón. Esclavitud como entrega a un Amor Mayor, que estriba en ponernos en manos de María para estar en las manos de Jesucristo Redentor. 

La Madre Cristina de Arteaga, religiosa Jerónima, lo expresa bellamente: «desde que mi voluntad está a la vuestra rendida, conozco yo la medida de la mejor libertad».

¡Manos a la obra con la ayuda de María y de los santos! ¡Feliz Domingo!