Una vez que la gente se agolpaba en torno a él para oír la palabra de Dios, estando él de pie junto al lago de Genesaret,  vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca». Respondió Simón y dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo: «Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador». Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres».  Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. (Lc 5, 1-11)
Querida familia: la página evangélica de este domingo encierra para nosotros una rica enseñanza para nuestra vida espiritual.
 1.Jesús habla a la multitud sedienta de la palabra de Dios:«la gente se agolpaba entorno a Él para oír la palabra de Dios»(Lc 5, 1). San Juan Crisóstomo afirma: «¿Quien no querría ver aquel rostro y aquella boca que decía tales cosas? No sólo era admirable cuando hacía milagros, sino que su solo aspecto abundaba en gracia de una manera extraordinaria». El Papa San Juan Pablo II comenta al respecto: «Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo « hablar » de Cristo, sino en cierto modo hacérselo « ver ». ¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia y hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio?» (Novo Millenio Ineunte, 16). La Iglesia, la comunidad de creyentes hemos de ser visibilidad, transparencia del rostro de Dios en medio de nuestros contemporáneos.
2.Desde la barca de Pedro: la «barca» nos habla de la Iglesia. La voz de Cristo resuena en el mar proceloso del mundo a través de la Iglesia. 
  
 
 «¿Y no es quizá cometido de la Iglesia reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia?»
3.Conciencia de pobreza: «Apártate de mí que soy un hombre pecador». Para captar el calado de esta frase de Pedro hay que remontarse al libro del Éxodo en el capítulo treinta y tres, y detenernos en el versículo veinte. Los versículos anteriores recogen un diálogo muy bello entre Moisés y Yahveh. Moisés pide a Dios ver su rostro y Dios le contesta: «mi rostro no lo puedes ver, porque no puede verlo nadie y quedar con vida»(Ex 33,20). Con razón  Pedro tiembla porque sabe que está contemplando a Dios a quien no pudo ver el mismísimo Moisés. Sus ojos de pecador observan al Dios vivo ante Él. Más adelante leeremos en el evangelio cómo Pedro confesará: «Tu eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo»(Mt 16,16). San Cirilo comenta: «trayendo a la memoria todos los pecados que había cometido, tiembla y se estremece, como sucede generalmente que el que está manchado no cree que pueda ser aceptable delante del que está limpio». 4.»No temas, desde ahora serás pescador de hombres»(Lc 5, 11). La conclusión del evangelio nos lleva de nuevo al libro del Éxodo. Moisés dice al Señor: «no me has comunicado a quien enviarás conmigo… Respondió el Señor: Iré yo en persona y te daré el descanso»(Cfr.Ex 33,12-14).El Señor nos apremia a remar «duc in altum», mar adentro, para reflejar la luz de Cristo y hacer resplandecer su rostro en medio de nuestros hermanos, labor desproporcionada para nosotros que como Pedro somos «hombres pecadores», pero siempre tendremos el consuelo de que Él va con nosotros y es nuestro descanso. ¡Feliz Domingo!